Fuimos
andando sin mediar palabra, nunca el silencio se me antojó tan extraño. No
podía apartar la mirada de su dulce rostro, en realidad una parte de mí creía
reconocerla pero donde la había visto era toda una incógnita.
-¿Tienes
nombre?- intenté romper aquel silencio que durante tanto tiempo me había
acompañado y no quería que me acosase más.
-Por
supuesto, todos lo tenemos...-de nuevo el silencio- ...bueno a no ser que seas
una de esas cosas.
-Esas
cosas siguen teniendo nombres, solo que ya no nos los pueden decir. Soy Ale
-No
somos amigos. Solo quiero mi maldita bolsa.
-Siento
haberla abierto pero para qué quieres tantos medicamentos. ¿Hay alguien
más?-aún no me acostumbraba a que podía hablar en voz alta sin parecer un loco.
-De
verdad, ¿tengo que contarte mí vida para que me des la bolsa?
-No,
simplemente quiero saber si puedo ayudar. Estamos prácticamente solos todo el
tiempo y lo hemos pasado mal, a veces te apetece tener compañía. Ya sabes una
conversación de ascensor.
Su
mirada de desconcierto me fulminó, acaso estaba dando por sentado ciertas señales.
Al llegar a la puerta me paré en seco, la última vez que entré sin comprobarlo
casi no lo cuento.
-¿Qué
te pasa has visto un fantasma?
Menudas
formas se gasta esta chica.
-Shhh,
no hagas ruido no sabemos que puede haber dentro.
Siempre
que abría una puerta era la misma sensación, el corazón desbocado, sudoración
en las manos, dificultad para respirar y la triste esperanza que al ver en su
interior estuviera él. Me había obligado a dejar de pensar en ello, cuánto
tiempo había pasado realmente. Meses, años... aunque llevara un calendario en
la agenda, hacía tiempo que había perdido la noción del tiempo. Y al mirar
dentro la misma decepción, la tristeza de una ausencia que no sabré si seré
capaz de superar.
-No
hagas ruido, ten cuidado por donde pisas y que puertas abres. -susurre con un
tono de melancolía palpable
Nos
adentramos en la penumbra, escuchaba sus pasos en mi espalda y notaba su
respiración en la nuca, puede parecer extraño pero por una vez eso me calmaba.
Las baldas estaban arrasadas, los primeros meses los saqueos eran parte del día
a día de las personas que aún lo eran. Lo normal es que los almacenes aún tuvieran
alimentos, ya que con poco tiempo y puertas cerradas...la gente suele ser impaciente, o quedase alguna
lata por las estanterías.
Podemos
llamarle suerte o simplemente que era un supermercado de barrio a las afueras
pero encontramos algunos suministros. Algunos botes de melocotón, piña y pera
en almíbar, sopas de tomate y una especie de carne enlatada.
-Deberíamos
revisar el almacén , tal vez encontremos suministros suficientes para una
temporada. Con lo que hay aquí nos llega justo para una semana teniendo en
cuenta que solo comamos los dos.
Justo
en ese momento se escucho un gran estrepito procedente de la calle, en la única
salida conocida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario