miércoles, 2 de septiembre de 2015

Noah - Quemando rueda

No creía en Dios y nunca lo había hecho. Pero a raíz de la aparición de los subhombres, el poco y lejano respeto que pudiera haber profesado a esa figura con barba y poderes mágicos, se había esfumado. Sin embargo a veces parecía que Dios no se había olvidado del todo de él. Ese fue el caso de la ventana del almacén del supermercado. Cuando creía que moriría rodeado de palés y estantes... ¡Bum! Una ventana.
No hubo que pensárselo demasiado para aceptar la oferta de sus dos nuevos compañeros, al fin y al cabo, ¿qué otra opción quedaba?
Corrió tras la chica, Teresa parecía ser, y se encaramó a la parte de atrás a la furgoneta justo a tiempo de ver como aquel chaval se había quedado embobado mirando a los bicharracos que querían sus entrañas.

-¡Chaval sal de una vez! ¡Que nos van a comer!

Noah gritó todo lo alto que pudo, pero nada. Tendría que ser rápido, sacarle de allí y echar cagando leches a donde quisiera la chica llevarles.
Saltó y volvió sobre sus pasos. Agarró al chico del brazo y, viendo la proximidad del subhombre y del peligro que suponía dejarle "vivo", le propinó una patada en toda la cara. Fue grotesco, pero nada nuevo para los ya expertos ojos de Noah. El cráneo del ser se hundió y el impacto le empujó hacia atrás, haciéndole trastabillar. Acabó por caer de bruces sobre el resto de bestias, haciéndoles perder también el equilibro.
Con una risilla floja, entre dientes, Noah se llevó al chico de allí y le subió a la furgoneta todo lo rápido que pudo. Golpeó dos veces con la palma de la mano el techo de ésta y señaló al frente agarrándose la capucha para que no se le cayese.

-¡Dale, dale, dale! ¡Haz que prueben el polvo de nuestras ruedas, tía! ¡Wuuuuhuuu!

Parecía, como siempre, que disfrutaba como un niño... Aunque su vida corriera peligro.